Día lunes por la tarde. Me solicitan en una agencia del
ministerio público para atender una diligencia ministerial.
La petición formal: “…estar presente durante la toma de
declaración de cuatro víctimas del delito de secuestro y las asista psicológicamente durante el
desahogo de la misma”.
De la asistencia en declaración a las cuatro víctimas
resalta un aspecto en una de ellas.
Las tres primeras víctimas.
En la entrevista previa con tres de las víctimas, se les
observó en mal estado físico y emocional. Se encontraron en malas condiciones
de higiene, con mal olor corporal, los tres estaban descalzos y con la ropa
sucia y rasgada, se observó a simple vista
huellas de maltrato físico, heridas y llagas en las muñecas y los
tobillos por el uso de esposas metálicas o algo similar. Ser observaron hambrientos, temerosos y angustiados. Los tres refirieron haber sido
“levantados” de su casa el viernes por la noche. Se los llevó un grupo de
personas armadas para “investigarlos” y saber a qué se dedicaban y para quién
trabajaban, porque estaban indagando si trabajaban
para los “contras”. Durante todo el
tiempo los mantuvieron atados y con los ojos vendados dentro de una camioneta
en movimiento.
Los tres manifestaron que esa misma mañana, escucharon que
sus captores se encontraron con unos elementos de la policía, y trataron de huir
de ellos, en la persecución la camioneta donde iban se impactó con otro
vehículo, en ese momento sus secuestradores descendieron de la camioneta y
corrieron, dejándolos a ellos tres atados dentro del vehículo.
La cuarta víctima.
La persona se
observaba en adecuadas condiciones de higiene y aseo personal, su ropa se
encontraba en buen estado. No manifestaba dolor, no tenía huellas de violencia física. Sus muñecas y tobillos no tenían indicios de
haber sido maniatada o esposada.
Entrevista previa: “tengo 17 años, vivo sola desde los 14
años, mi papá me manda quinientos pesos a la semana. Mi mamá vive con un señor
que trabaja en un circo y viajan mucho, ella me manda mil o mil quinientos
pesos de vez en cuando. No trabajo ni
estudio, bueno, si estoy en la escuela
pero a veces voy y a veces no voy. Yo pago la renta, me hago de comer y pago
todos mis gastos con lo que me dan mis papás,
vivo sola pero a veces va mi hermano de 16 años a verme, él vive en casa
de mi papá. Mi papá trabaja en una fábrica, pero no sé el nombre. Vivo en la
colonia … (titubea) no me acuerdo cómo se llama la colonia donde vivo, es la calle X, no recuerdo el número ….creo
que es… ¿96?... …¿169?.... creo que es el número 196…no estoy segura” (sic).
Posteriormente se le preguntó si tenía un número telefónico para comunicarse
con sus familiares a lo que respondió negativamente.
Sobre su “secuestro” manifestó: “el viernes
iba a visitar a mi mamá a otra ciudad cerca de aquí, me subí al camión
para ir a la central camionera, pero por descuido me pasé de donde tenía que
bajarme y tuve que caminar varias cuadras de regreso, ya traía el boleto del
autobús, salía a las 5:30 de la tarde
para la ciudad donde viajaba, de repente se paró una camioneta con
hombres y me subieron, y me estuvieron preguntando que de dónde era, que a dónde
iba, que porque traía tanto dinero, traía más de mil pesos, me vendaron los
ojos y me retuvieron con ellos desde el viernes hasta hace un rato, pero ya me
habían quitado la venda de los ojos porque ya me iban a soltar, cuando se
encontraron con los policías, yo venía sola en la camioneta de atrás, como ya
no pudieron avanzar se bajaron y ahí me dejaron” (Sic).
Durante su versión se observó desconfiada, cuidadosa en lo
que decía y atenta en todos los movimientos de las otras tres víctimas. Después
de que terminó la entrevista previa, se acomodó en su silla y dormitó un rato.
Un rato después, llegó un muchacho de aproximadamente 16
años en compañía de dos muchachas más y tímidamente preguntó: ¿Quién me puede
dar informes de mi hermana? ¿Me podrían decir porque está detenida y de qué se
le acusa? Mi primer pensamiento fue ¿Cómo sabe que está detenida si se supone
que fue secuestrada desde el viernes de la semana pasada?
Cuando personal de la institución lo recibió para atenderlo,
el muchacho afirmó descuidada e ingenuamente: “es que mi hermana trabaja para
el crimen organizado”.
Ya no me enteré qué ocurrió jurídicamente con la “cuarta
víctima”, pues mi intervención consistió
únicamente en brindarle asistencia psicológica como víctima del delito de
secuestro durante su declaración.
Aquí lo interesante del asunto, es ilustrar cómo durante la
práctica de la Psicología Forense el perito psicólogo se encontrará
frecuentemente con personas que al encontrarse cometiendo un delito y darse
cuenta que están a punto de ser detenidos y no haber forma de escapar simulan
ser víctimas. Esto lo he observado particularmente en secuestradores y
tratantes de personas que en el momento de estar cuidando a sus víctimas son
sorprendidos la policía. Sabiéndose perdidos y a punto de ser detenidos se
colocan junto a los secuestrados, algunos incluso se vendan los ojos y se
colocan las esposas ellos mismos.
Estas falsas víctimas manifiestan un comportamiento
simulador con el cual intentarán evadir su responsabilidad penal al haber verse
involucrados durante la comisión de un delito. Por lo tanto se debe estar
atento y actuar con responsabilidad, objetividad y tacto al momento de detectar
estas conductas en nuestros evaluados.
Mi recomendación es nunca confrontar a nuestros entrevistados. Nunca
hacerles ver que “los hemos cachado en sus mentiras”, esto no es adecuado y se corre el riesgo de
poner a la defensiva al entrevistado y que éste reaccione inadecuadamente
contra nosotros, ya sea agresivamente o
interponiendo incluso una queja contra nosotros por una mala actuación como
servidores públicos ante alguna autoridad competente. A pesar de
que se detecten comportamientos de simulación la evaluación psicológica
se debe llevar a cabo de manera regular
y finalmente manifestar lo encontrado en el dictamen pericial.