martes, 8 de septiembre de 2009

El efecto de la prisión en los reclusos

Cuando una persona es ingresada a una institución carcelaria va a sufrir una experiencia traumatizante que va alterar su estado emocional de manera inevitable. Este fenómeno ha sido estudiado a lo largo del tiempo por muchos investigadores y se le ha denominado de diferentes maneras entre ellas “carcelazo”, efecto de prisionización, e incluso se ha descrito como un proceso de duelo por la pérdida de la libertad.

El término carcelazo de usa en el ámbito de la criminalística e incluso es conocido así por los mismos reclusos, Pablo Rojas afirma que: “la cotidianeidad de la cárcel “es brutal”, y que no hay nadie exento del “carcelazo”, como se le dice en el argot carcelario a la depresión producto de vivir encerrado”. En el mismo sentido Víctor A. Payá considera que: “Es usual que, cuando los familiares se retiran del penal, el estado de ánimo del prisionero decaiga. Los internos saben bien de este problema depresivo al que denominan con el apelativo de “carcelazo”.

Elena Azaola y Cristina J. Yacamán, consideran en su libro Las mujeres olvidadas que “es preciso tomar en cuenta que las mujeres que pierden su libertad necesariamente atraviesa por un proceso de duelo que se traduce en apatía, depresión, angustia y rebeldía, proceso que inevitablemente la coloca en una posición de conflicto”.

En el trabajo “Encierro y resistencia en las cárceles de mujeres en Argentina” sus autoras describen el duelo por la pérdida de la libertad, de la siguiente manera:

La vida cotidiana, la del afuera antes del encarcelamiento, ha muerto y lo que sigue es el duelo. Un duelo que las presas describen como "muerte en vida", un prolongado período de depresión, de apatía, de angustia y de rebeldía. ¨¿Cómo sobrellevar la pérdida y soportar la angustia de esta nueva realidad que ni siquiera logra constituirse como tal para la persona? Imperceptiblemente, se pondrán en funcionamiento mecanismos de defensa con el fin de procurarse alguna forma de auto-protección. Los más usuales son las negaciones: "no voy a pedir que me traigan ropa porque me voy en dos días"; las racionalizaciones: "esto es un error, se equivocaron de persona"; y las proyecciones: ¿qué hago yo acá rodeada de delincuentes?”.

Posteriormente describen las etapas del duelo por las que pasan las mujeres en reclusión ante el choque emocional

La primera reacción es la incredulidad. Posteriormente, sobreviene la agresividad, la rebeldía. La manipulación es lo que caracteriza a la tercera etapa, en la cual comienzan los intentos de negociación para conseguir la libertad, presionando a los allegados, a los abogados, etc. Luego, la depresión y, con ella, un sentimiento de culpabilidad, especialmente en relación a los hijos y a la familia, se apodera de las mujeres presas, que caen en la apatía, duermen todo el día o recurren a drogas. Finalmente, la aceptación es, por lo general, muy dificultosa para estas mujeres que en lo que observamos parecen recorrer repetidas veces las cuatro primeras etapas.” (sic).

Las personas que ingresan en un centro penitenciario se encontraran en un ambiente caracterizado por el aislamiento afectivo, la vigilancia permanente, la falta de intimidad, la rutina, las frustraciones reiteradas y una nueva escala de valores que entre otras cosas, condiciona unas relaciones interpersonales basadas en la desconfianza y la agresividad. Estos someten al recluso a una sobrecarga emocional que facilitará la aparición de desajustes en su conducta en el mejor de los casos, cuando no la manifestación de comportamientos francamente patológicos, sobre todo si previamente ya había una personalidad desequilibrada, en el momento de la entrada en prisión (Arroyo y Ortega, 2009).

La entrada en la cárcel pone en marcha un proceso de adaptación al entorno penitenciario, que muchos autores llaman prisionización y que se divide en tres niveles de afectación, el primero consiste básicamente en un comportamiento regresivo, inmaduro, ansioso e inestable desde el punto de vista afectivo como respuesta a la entrada a una Institución Total como es la cárcel. En caso de fallo adaptativo, un segundo estadio daría paso a verdaderos desórdenes de conducta, fundamentalmente marcados por comportamientos agresivos, aparición de un deterioro afectivo depresivo o la presencia de episodios relacionados con trastornos de ansiedad en diferentes manifestaciones, bien somatizadoras, bien en forma de episodios ansiosos agudos. En un tercer nivel de este proceso de deterioro, aparecerá una patología mental severa, con brotes psicóticos, trastornos afectivos severos, reacciones vivenciales anormales o graves crisis de ansiedad e inadaptación a la prisión, lo que aconsejaría el ingreso hospitalario del recluso (Arroyo y Ortega, 2009).

En una intervención en el ámbito carcelario no se deben olvidar cuales son los efectos de la prisionización, los cuales son observable a distintos niveles (Del Rincón y Manzanares, 2004).

- Biológico: aumentos del instinto de ataque al no ser posible la huida, problemas para conciliar el sueño, problemas de privación sexual, sensoriales (visión, audición, gusto, olfato...).

- Psicológico: pérdida de la autoestima, deterioro de la imagen del mundo exterior debido a la vida monótona y minuciosamente reglada, acentuación de la ansiedad, la depresión, el conformismo, la indefensión aprendida, la dependencia,

- Social: contaminación criminal, alejamiento familiar, laboral, aprendizaje de pautas de supervivencia extremas (mentir, dar pena, etc.).

jueves, 3 de septiembre de 2009

Sobre la honestidad del evaluado en el ambito de la Psicología Forense


La situación existente entre el psicólogo forense y su evaluado durante la evaluación psicológica es muy particular. La diferencia entre una relación terapéutica psicólogo-paciente y la relación psicólogo forense-evaluado radica principalmente en la voluntad y los motivos personales con los que se presenta el individuo ante el psicólogo.

Mientras que una persona, que por diversas razones busca ayuda de un terapeuta para resolver algún conflicto emocional, acude al psicólogo de manera voluntaria y espontánea, en el caso forense el avaluado lo hace de manera casi involuntaria, ya que acude porque es un requisito legal dentro de una averiguación previa o un proceso judicial.

En la psicología netamente clínica, generalmente el paciente manifiesta mayor confianza en el psicólogo terapeuta, sus motivaciones pueden ser genuinas y van a estar orientadas principalmente a resolver un malestar psicológico que le afecta de manera personal. En este caso se va a establecerse una mayor confianza entre ambos, el paciente acude de manera totalmente voluntaria, sin presiones externas, sin motivaciones ocultas, sin límites estrictos de tiempo o de número de sesiones. Y está dispuesto a participar de manera honesta con las actividades inherentes a la terapia, participara de forma abierta, espontánea y honesta en la entrevista y ejecutara los test y las pruebas psicológicas sin intención alguna de manipularlas, pues su intención primordial es aportarle los elementos al terapeuta para que éste pueda aliviar sus conflictos emocionales.

Por el contrario, en el caso de la Psicología Forense, el evaluado no acude de manera espontánea y voluntaria, generalmente se presentará ante el psicólogo, porque es un requisito solicitado por algún agente del ministerio público o un juez. La relación entre el psicólogo y evaluado será por lo tanto menos estrecha, el evaluado vera al especialista regularmente dos o tres sesiones. La persona acudirá con el perito psicólogo con muchos temores, muchas dudas, en ocasiones en estado de shock, con su estabilidad emocional completamente alterada, y con su voluntad distorsionada para participar en el proceso de evaluación.

En el caso de los presuntos responsables de algún delito, estos son canalizados con un psicólogo forense para ser literalmente sometidos a una evaluación psicológica orientada a determinar, por ejemplo, el grado de participación en el delito que se analiza. En este caso la relación entre el perito y el evaluado será prácticamente obligada debido al mandamiento del ministerio público o el juez, y de esto estará completamente consiente el evaluado, quien supondrá que de los resultados de la evaluación puede depende su libertad o perdida de la misma. Por lo tanto tratara de manipular la información e intentara engañar al perito para demostrarle que él no fue capaz de cometer la conducta que se le imputa. Se presentará como un individuo emocionalmente estable, socialmente adaptado, tratará de ser declarado inocente.

En el caso de alguna víctima de algún delito, la persona acudirá al perito psicólogo obligada por situaciones adversas. Su estabilidad emocional se encontrará afectada, en muchos casos estarán en estado de shock. Existiendo una serie de emociones muy diversas, podrá tener miedo, angustia, tristeza, coraje, depresión, ansiedad y en muchos casos deseos de justicia y hasta de venganza.

Por lo tanto durante su evaluación, sus declaraciones podrán no ser completamente objetivas. Puede tener motivaciones específicas en cuanto a los resultados de la evaluación. En ocasiones el deseo de justicia o venganza podría influir para que trate de magnificar sus dolencias emocionales con la finalidad de reafirmarse como víctima del presunto responsable y que éste reciba el mayor castigo posible.

Teniendo esto en consideración el psicólogo forense deberá poner toda su capacidad profesional para identificar el grado de voluntad que el individuo manifiesta para participar en la evaluación psicológica. Para detectar si existe alguna motivación oculta para evadir una sanción u obtener algún tipo de venganza por las agresiones recibidas. Se debe estar muy atento para detectar si se está intentando manipular la evaluación y calificar el grado de honestidad con la que está participando.