"El ofensor sexual que siente el impulso de satisfacer sus impulsos sexuales con un menor va a tener que seleccionar a su víctima de la misma manera que lo haría cualquier criminal, no va a exponer su vida o su libertad de manera tan insensata como para hacerlo con el primero que se le aparezca. Tiene que haber un pensamiento previo o bien una preparación.
Cuando se trata de seducir o conseguir la aceptación sexual de un infante o menor de edad, es decir, la aceptación de ser violado en la intimidad emocional o física, el niño tiene que tener ciertas características. Definitivamente el agresor sexual no lo haría con todos.
Todos los niños tienen diferente carácter, existen niños que no se dejarían tocar ni un cabello y otros que pueden ser víctimas y pueden sucumbir ante una tentativa de abuso. Estos niños van a presentar muchos síntomas en la personalidad: la timidez, el retraimiento, el aislamiento, quizá la falta de alegría de vivir, la aparente necesidad de protección. Estos en la mira de un pedófilo son la víctima ideal y va a empezar el proceso de seducción en el que se acercaran y dirán: ¿Qué te pasa? ¿Que tienes? ¿Que necesitas? Yo te puedo ayudar, yo puedo ser tu amigo, yo te quiero. Así van ganando la confianza de la víctima. Éste no es el violador desconocido que se va a encimar brutalmente sobre el cuerpo de la víctima. No, aquí hay otro proceso en el que se selecciona a la víctima porque la víctima al igual que el ofensor también tiene una patología". (Lammoglia, 2002).
Existen personas que no saben manejar sus instintos y se fugan en el momento de peligro haciendo actos insensatos. Lo mismo ocurre con muchas víctimas del abuso sexual que se quedaron paralizadas porque no supieron manejar su emoción y se evadieron por caminos falsos. Como el silencio, la prudencia o la parálisis.
Una vez que esto sucede, viene el sentimiento de culpa y cuando éste se desarrolla es un freno para todo. Provoca un pánico que mantiene a la víctima callada. La víctima piensa que fue ella quien propició todo. Y esto es lo que buscaba el pedófilo, un niño con un patología que le impidiera evitar sus ataques, pero sobre todo un niño que pudiera manipular y que no lo delatara.(Lammoglia, 2002).
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