La situación existente entre el psicólogo forense y su evaluado durante la evaluación psicológica es muy particular. La diferencia entre una relación terapéutica psicólogo-paciente y la relación psicólogo forense-evaluado radica principalmente en la voluntad y los motivos personales con los que se presenta el individuo ante el psicólogo.
Mientras que una persona, que por diversas razones busca ayuda de un terapeuta para resolver algún conflicto emocional, acude al psicólogo de manera voluntaria y espontánea, en el caso forense el avaluado lo hace de manera casi involuntaria, ya que acude porque es un requisito legal dentro de una averiguación previa o un proceso judicial.
En la psicología netamente clínica, generalmente el paciente manifiesta mayor confianza en el psicólogo terapeuta, sus motivaciones pueden ser genuinas y van a estar orientadas principalmente a resolver un malestar psicológico que le afecta de manera personal. En este caso se va a establecerse una mayor confianza entre ambos, el paciente acude de manera totalmente voluntaria, sin presiones externas, sin motivaciones ocultas, sin límites estrictos de tiempo o de número de sesiones. Y está dispuesto a participar de manera honesta con las actividades inherentes a la terapia, participara de forma abierta, espontánea y honesta en la entrevista y ejecutara los test y las pruebas psicológicas sin intención alguna de manipularlas, pues su intención primordial es aportarle los elementos al terapeuta para que éste pueda aliviar sus conflictos emocionales.
Por el contrario, en el caso de la Psicología Forense, el evaluado no acude de manera espontánea y voluntaria, generalmente se presentará ante el psicólogo, porque es un requisito solicitado por algún agente del ministerio público o un juez. La relación entre el psicólogo y evaluado será por lo tanto menos estrecha, el evaluado vera al especialista regularmente dos o tres sesiones. La persona acudirá con el perito psicólogo con muchos temores, muchas dudas, en ocasiones en estado de shock, con su estabilidad emocional completamente alterada, y con su voluntad distorsionada para participar en el proceso de evaluación.
En el caso de los presuntos responsables de algún delito, estos son canalizados con un psicólogo forense para ser literalmente sometidos a una evaluación psicológica orientada a determinar, por ejemplo, el grado de participación en el delito que se analiza. En este caso la relación entre el perito y el evaluado será prácticamente obligada debido al mandamiento del ministerio público o el juez, y de esto estará completamente consiente el evaluado, quien supondrá que de los resultados de la evaluación puede depende su libertad o perdida de la misma. Por lo tanto tratara de manipular la información e intentara engañar al perito para demostrarle que él no fue capaz de cometer la conducta que se le imputa. Se presentará como un individuo emocionalmente estable, socialmente adaptado, tratará de ser declarado inocente.
En el caso de alguna víctima de algún delito, la persona acudirá al perito psicólogo obligada por situaciones adversas. Su estabilidad emocional se encontrará afectada, en muchos casos estarán en estado de shock. Existiendo una serie de emociones muy diversas, podrá tener miedo, angustia, tristeza, coraje, depresión, ansiedad y en muchos casos deseos de justicia y hasta de venganza.
Por lo tanto durante su evaluación, sus declaraciones podrán no ser completamente objetivas. Puede tener motivaciones específicas en cuanto a los resultados de la evaluación. En ocasiones el deseo de justicia o venganza podría influir para que trate de magnificar sus dolencias emocionales con la finalidad de reafirmarse como víctima del presunto responsable y que éste reciba el mayor castigo posible.