jueves, 11 de noviembre de 2010

¿Daño moral, daño psíquico, daño psicológico o daño emocional?

Como perito en Psicología Forense he visto peticiones de jueces, fiscales y ministerios públicos en las que piden dictaminar acerca de daño moral, daño psíquico, daño psicológico o daño emocional, y en todos esos casos el problema ha sido él mismo ¿Cómo determinar cualquiera de esos daños?
Es más, el primer obstáculo es definir el concepto, que a título personal y apoyado también en otros autores, todos estos conceptos podrían considerarse como sinónimos, pero por ejemplo, el daño moral es un término netamente jurídico-legal que difícilmente se encuentra en libros de psicología, y cuando se encuentra, el libro es escrito por un abogado o un psicólogo legista, que trata de introducir un término legal a la disciplina de la psicología. El problema aquí es que el perito en psicología forense estaría invadiendo el ámbito del derecho, manejando terminología legal que no le compete desde su disciplina y corriendo el riesgo de que cualquier hábil abogado eche por la borda su trabajo y su dictamen. Así pues, aún cuando el concepto de daño moral se pueda encontrar en cualquier código civil el psicólogo forense se debe abstener de utilizarlo al momento de emitir un dictamen, más aún, el perito psicólogo se debe abstener de establecer o diganisticar un daño moral, pues es competencia del Juez determinar la existencia o no del daño moral y determinar en consecuencia el monto para resarcir, reparar o indemnizar el daño moral determinado.
Respecto del daño moral, en Argentina, Gobetti considera que: “El daño moral es el padecimiento de índole espiritual que sufre una persona herida en sus afecciones legítimas. Está en juego un interés jurídico de orden afectivo, es la incidencia del acto ilícito en la psiquis del damnificado”.
Algunos autores manejan los conceptos de daño moral y daño psíquico de manera indistinta, como ejemplo:
Sobre el concepto de Daño Moral Vielma Mendoza, profesora de la universidad de De los Andes, en Venezuela, hace las siguientes reflexiones: “Es frecuente considerar que el daño moral es el dolor, la angustia, la aflicción física o espiritual, la humillación, y, en general, los padecimientos que se han infligido a la víctima. Pero ¿qué son en verdad esos dolores, angustias, aflicciones, humillaciones y padecimientos? Si se analizan bien, podríamos decir, que sólo son estados del espíritu, consecuencia del daño. Así y a título de ejemplo, el dolor que experimenta la viuda por la muerte violenta de su esposo, la humillación de quien ha sido públicamente injuriado o calumniado, el padecimiento de quien debe soportar un daño estético visible, la tensión o violencia que experimenta quien ha sido víctima de un ataque a su vida privada, son estados del espíritu de algún modo contingentes y variables en cada caso y que cada uno siente y experimenta a su modo” (sic), posteriormente considera: “los llamados daños morales son los infligidos a las creencias, los sentimientos, la dignidad, la estima social, a la salud física o psíquica”.
En España, según Carballal y colaboradores: “se entiende por daño moral o daño psíquico aquel que afecta a la víctima como consecuencia de haber experimentado una vivencia traumática que necesariamente no tiene porque acarrear consecuencias dolosas de carácter patrimonial o físicas (a la salud), afectando en mayor o en menor medida al desempeño de las actividades de la vida diaria –trabajo, relaciones sociales, ocio, relaciones familiares, etc.- que pueden verse afectadas hasta el punto que el sujeto se vea en la obligación de abandonarlas debido a la incapacidad que experimenta para llevarlas a cabo con éxito”.
En cuanto a la conceptualización de daño psíquico, daño psicológico o daño emocional, el problema se hace menos complejo, aquí se busca nuevamente empatar la psicología con el derecho de una maneja más objetiva. Pero no se trata ya de que el psicólogo se convierta en abogado, sino que colabore con el derecho para alcanzar un fin común. Aquí los conceptos de daño psíquico o daño psicológico ya se encuentran más frecuentemente en textos de psicología, aunque nuevamente con tintes y justificaciones jurídicas, como el Dr. Rolando Martin Reich, Abogado y Licenciado en Psicología quien menciona lo siguiente:
“Se ha tipificado el daño psíquico como aquel que se configura "mediante la perturbación profunda del equilibrio emocional de la víctima, que guarde adecuado nexo causal con el hecho dañoso y que entrañe una significativa descompensación que altere su integración en el medio social". También se ha dicho que implica "una perturbación patológica de la personalidad, que altera el equilibrio básico o agrava algún desequilibrio precedente del damnificado", así como que "..es la modificación patológica del aparato psíquico como consecuencia de un trauma que desborda toda posibilidad de su elaboración verbal o simbólica produciendo una modificación o alteración de la personalidad que se expresa a través de síntomas, inhibiciones, depresiones, bloqueos, actuaciones””.
Estas “tipificaciones” del daño psíquico mencionadas por el Dr. Rolando Martin Reich son muy estrictas y severas mencionando en cualquiera de ella una psicopatología grave y permanente. Sin embargo a continuación aclara:
“Se ha sostenido, además, que el daño psíquico comprende tanto las enfermedades mentales como los desequilibrios pasajeros, sea como situación estable o bien accidental y transitoria que implica en todo caso una faceta morbosa, que perturba la normalidad del sujeto y trasciende en su vida individual y de relación, pudiendo o no tener base orgánica, ya que "no es razón para descartar el trastorno psicológico el hecho de que el damnificado no haya quedado con secuelas físicas, pues la afección psíquica no está condicionada por ellas sino por la vivencia personal"”.
En Argentina, Catex (1996), catedrático de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires afirma:
“Hablaremos de daño psíquico cuando haya disfunción o disturbio en las esferas afectiva, intelectiva y volitiva que limite a la persona en su capacidad de goce individual, familiar, laboral, social y/o recreativa”.
En cuanto al concepto de Daño psicológico Ronald Lin Ching C. afirma:
“El Daño Psicológico, es una perturbación patológica, transitoria o permanente, del equilibrio psíquico pre-existente. Producida por uno o varios eventos, que modifican la personalidad de la víctima y que desencadenan alteraciones de mayor o menor grado, en detrimento del área afectiva, volitiva e ideativa, o en todas ellas, las cuales determinan su ajuste o interacción con el medio”

El mismo autor ofrece una definición en un caso más específico:
“El daño psicológico en violencia doméstica -que no es lo mismo que otros tipos de violencia-, es el desequilibrio y/o la disfunción resultante del evento traumático, en el que se presenta un vínculo personal particularmente importante, que espera protección, apoyo, cercanía afectiva y en el que la lesión o trauma adquiere un agravante en las consecuencias”.
En cuanto al daño emocional, el tema es más escaso en la literatura,
“En general, el concepto de daño psicológico, daño emocional o daño psíquico, es hasta la fecha un concepto precariamente tratado; en efecto, su estudio ha sido encarado analítica y dicotómicamente (se produjo el daño o no se produjo) y con un increíble menoscabo y desatención a la debida inteligencia del alcance de las lesiones psicológicas… A pesar de que la importancia jurídica de estas lesiones se reconocen en las normas, lo cierto del caso es que, las dificultades para establecer parámetros han formado un paradigma equivocado en el que para establecer el daño psicológico, debe producirse “una patología” para que sea reconocido como tal, cuando en la realidad clínica, aún en sus consideraciones severas, podría no ser así”.
Así pues, a modo de resumen podemos hacer los siguientes conceptos respectos de los ya tan mencionados daños, moral, psíquico, psicológico, y emocional.
Para establecer el concepto de daño moral es preciso acudir a la legislación de cada país, Por ejemplo en la legislación mexicana, el concepto de daño moral se encuentra en el artículo 1916 del Código Civil Federal, el cual dicta lo siguiente:
ARTICULO 1916. POR DAÑO MORAL SE ENTIENDE LA AFECTACION QUE UNA PERSONA SUFRE EN SUS SENTIMIENTOS, AFECTOS, CREENCIAS, DECORO, HONOR, REPUTACION, VIDA PRIVADA, CONFIGURACION Y ASPECTOS FISICOS, O BIEN EN LA CONSIDERACION QUE DE SI MISMA TIENEN LOS DEMAS. SE PRESUMIRA QUE HUBO DAÑO MORAL CUANDO SE VULNERE O MENOSCABE ILEGITIMAMENTE LA LIBERTAD O LA INTEGRIDAD FISICA O PSIQUICA DE LAS PERSONAS.
Por otro lado para definir los conceptos de daño psíquico, psicológico o emocional es necesario tomar en cuenta varios elementos:
1.- El daño causado es originado por uno o varios eventos o sucesos inadecuados o inesperados que altera el equilibrio emocional, psicológico o psíquico de la víctima.
2.- El evento, suceso, vivencia traumática, hecho dañoso o acto delictivo establece una relación causal entre uno o varios agresores y una o varias víctimas, directas o indirectas.
3.- La vivencia traumática puede causar un desequilibrio o perturbación permanente, transitoria, periódica o pasajera en mayor o menor grado en todas o diferentes áreas de la personalidad de la víctima, pudiendo existir alteraciones en el área emocional, cognitiva, afectiva, volitiva, afectiva, espiritual, que afectan la capacidad de desarrollo o goce individual, familia, laboral, social, espiritual o recreativo.
4.- Las perturbaciones pueden o no ser diagnosticadas de acuerdo con los catálogos de las psicopatologías como el DSM-IV o el CE 10, o simplemente consistir en síntomas de alteraciones emocionales sin naturaleza patológica permanente.
5.- No se debe caer en el extremo de establecer la decisión categórica de la existencia o no del daño psicológico, más bien de debe entender que pueden existir diferentes niveles del daño psicológico.

Finalmente se puede definir el daño psicológico, psíquico o emocional como

“uno o varios eventos, vivencias traumáticas, sucesos inadecuados o inesperados, hechos dañosos o actos delictivos de uno o varios agresores que alteran el equilibrio emocional, psicológico o psíquico previo de una o varias personas, de manera directa o indirecta; dicho desequilibrio o perturbación puede tener una consecuencia permanente, transitoria, periódica o pasajera en mayor o menor grado en todas o diferentes áreas de la personalidad de la víctima, pudiendo existir alteraciones en el área emocional, cognitiva, afectiva, volitiva, espiritual, que afectan la capacidad de desarrollo o goce individual, familia, laboral, social, espiritual o recreativo; las perturbaciones o desequilibrios pueden o no llegar a cubrir los criterios para un diagnostico de una enfermedad o trastorno mental de acuerdo con los manuales de las psicopatologías como el DSM-IV o el CIE 10, o simplemente consistir en síntomas de alteraciones emocionales sin naturaleza patológica permanente.
Bibliografía.

Carballal, Alicia; Arce, Ramón; Carrera, Olaia; Novo, Mercedes.
De la simulación de daño moral en accidente de tráfico
Departamento de Psicología Social. Universidad de Santiago de Compostela
. Documento presentado en el 4º Congreso Virtual de Psiquiatría Interpsiquis 2003
De 1 al 28 Febrero 2003 en la página www.psiquiatria.com, E-mail: psarce@usc.es.

Castex, Mariano, (1996)
El daño psíquico en los fueros civil y laboral
Publicación interna de la Cátedra de Psicología Forense de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.

Gobetti, Esther
Daños y perjuicios en la legislación Argentina.
Documento sin editar, incluido en octubre de 2003 en la página. www.monografias.com, egobetti@yahoo.com.ar

Lin Ching Céspedes, Ronald
Psicología Forense: principios fundamentales
San José, Costa Rica, EUNED, 2005

Martín Reich, Rolando
Daño Psíquico ¿Qué se solicita al psicólogo forense?
http://psicologiajuridica.org/psj169.html

Vielma Mendoza, Yoleida
Una aproximación al estudio del daño moral extracontractual
Profesora de Derecho Civil Universidad De Los Andes (Mérida- Venezuela)
Doctoranda en Derecho - Universidad de Salamanca (España)
II Congreso Nacional de Responsabilidad Civil y Seguro, organizado por la Universidad de Girona, España

martes, 9 de noviembre de 2010

Consecuencias psicologicas de las desapariciones forzadas por la delincuencia organizada o "levanton".


Alejandro “N” (por razones obvias se cambió el nombre real) es una de las víctimas de la desaparición forzada de su madre, quien fue sustraída de manera violenta durante una madrugada, por un grupo armado, de la delincuencia organizada, en un hecho comúnmente conocido como “levantón”. Existe literatura referente a las consecuencias psicológicas que se generan en los familiares de personas que han sido objeto de desapariciones forzadas. 
Cuando una familia pierde un miembro, ya sea por muerte natural, enfermedad, accidente vial, muerte violenta, etc. los familiares entran en un proceso natural de duelo, en el cual el doliente pasa por una serie de etapas entre las que pueden estar el estado de shock, la negación, la ira o el enojo, el pacto, la depresión y finalmente la aceptación, este proceso lleva a los familiares a superar y asimilar finalmente la pérdida del ser amado.  
Sin embargo en el fenómeno de desaparición forzada, como es el caso del denominado “levantón”, la situación es diferente, en estos casos los familiares sufren un proceso de duelo interrumpido o un dolor suspendido.
Como pérdida o separación súbita e inesperada de un ser querido, la reacción ante la desaparición forzada suele definirse como duelo, proceso en el cual los familiares no solo enfrentan una serie de etapas, como lo haríamos ante una muerte natural, sino que además la impunidad, el terror, el miedo, la mentira, la incertidumbre, el silencio, el olvido, el ocultamiento, la tortura y la violación de todo derecho humano, que rondan la desaparición y posible muerte de la víctima, dificultan su recuperación. Ya no es solo una perdida repentina, una agonía dolorosa ó una muerte traumática, es la soledad angustiosa, el espacio clandestino, la detención injusta, ilegitima, ilegal, el encubrimiento del victimario, la transgresión del derecho y la furtividad del hecho” explica la  psicóloga Carolina Gutiérrez de Piñerez. 
De esta manera Alejandro “N”, de manera súbita y traumática perdió a su madre en un evento violento, donde además experimentó agresiones físicas y verbales, sensaciones de miedo, terror, sintió temor por su integridad física y su propia vida, así mismo su familia fue víctima de agresiones y amenazas. 
Inmediatamente después de la desaparición forzada viene la incertidumbre, en un proceso normal de duelo “la incertidumbre lleva a los dolientes inicialmente a buscar con la mirada, a llamar con el llanto, a repetir una y otra vez el nombre de la persona que falleció con la intención de despertarlo de un sueño del cual no volverá”; en la desaparición forzada, la incertidumbre tiene una mayor carga emocional, viene a la imaginación la posibilidad de las más crueles torturas, abusos, vejaciones, humillaciones, maltratos, mutilaciones, tocamientos morbosos, violaciones . Existe incertidumbre si lo van a volver a ver con vida, si va a volver, cuando va a volver, se esperan ansiosamente noticias.  
En el caso que nos ocupa, Alejandro “N”, no sabe aún con certeza, donde está su madre, qué pasó con ella, si fue maltratada o no. Si va a volver o no, aún cuando ha escuchado que sigue viva y que la han visto, su estado emocional se encuentra alterado por una angustia constante de saber de su madre, que lo lleva a episodios periódicos de depresión y llanto.  
La soledad, la ira, la culpa, la incertidumbre, la desesperanza, el resentimiento, el sentirse perseguidos, dejan secuelas graves a nivel psicológico. Como producto de lo anterior la familia, base de la sociedad, se desestabiliza, se desmembrana, se desorienta, y entonces el único apoyo real y firme con el que contaban se pierde. 
Luego de la desaparición forzada o “el levantón”, la familia de Alejandro “N”  se transformó de un núcleo familiar estable y funcional a una familia incompleta, desestructurada, dividida y disfuncional, gracias a las discusiones, culpas, reclamos, problemas económicos y distanciamientos emocionales entre él y los demás miembros de su familia.  
Por otra parte, Díaz, 2008, plantea que la figura del “desaparacedor”, “este es un ser caprichoso que tiene el saber sobre el destino del desaparecido, lo que deja a los dolientes a su voluntad y sumidos en la impotencia y el desvalimiento de enfrentarse a otro sin límites”. 
Díaz (2008), plantea que una desaparición forzada conlleva a un estado de angustia como reacción de peligro de la pérdida del ser amado, que lleva a los familiares a una situación de desamparo físico y psíquico. El sujeto confrontado con la desaparición forzosa de alguien a quien ama queda sometido radicalmente al “desaparecedor”. La angustia lo sume en una situación de desvalimiento afianzada en la falta de un saber sobre el destino del ser amado. 
En el caso de Alejandro “N”, el grupo “desaparecedor”  al parecer aún tiene en su poder el destino de su madre, él piensa que su madre no regresa aún porque ellos la tienen amenazada, por tal motivo se siente impotente y sometido a la voluntad de quienes tienen a su madre en su poder. 
“la indagación yerma y la búsqueda infructuosa lleva a una alteración de nuestra cotidianidad a nivel físico, emocional, afectivo, espiritual y social: se altera el sueño, se pierde el apetito y como consecuencia se pierde peso, hay fatiga, tensión, nerviosismo, aumento en la morbilidad, llanto, sensación de cansancio, ansiedad, depresión tristeza, ira, culpa, confusión, desesperanza, apatía, sensación de incomprensión, aislamiento y hasta cambio de amigos, trabajo y de rol, la vida pierde sentido, se reniega de Dios, se debilita la fe. (Gutiérrez de Piñeres). 
Alejandro “N” presentó muchos de los síntomas descritos en el párrafo anterior, y gracias a las terapias recibidas por una psicóloga ha ido saliendo adelante paulatinamente y ha intentado continuar con su vida.  
Este proceso trasciende el concepto de duelo, pues lo único en lo que se relacionan la muerte y la desaparición son el dolor, pero en la desaparición no hay un cuerpo, no hay un nombre, no hay una tumba, no hubo misa ni funeral, no hay certidumbre”. 
Sin un cuerpo para enterrar no se marca la línea que separa a los vivos de los muertos. La incertidumbre ante la muerte parece detener el tiempo y congelar el espacio. 
En  Alejandro “N” se detecta un proceso de duelo suspendido respecto a la desaparición de su madre, de manera reiterativa refiere la frase “desde que pasó lo de mi mamá”, en algunos momento se refería a ella como si aún viviera con ella y nunca se la hubieran llevado, regresó a trabajar al mismo lugar donde ella trabajaba, en donde “siempre la ha ayudado”, en momentos comentó que se deprime por su ausencia, lloró cuando la recordó y ruega a Dios que regrese. En resumidas cuentas se encuentra en una incertidumbre total respecto a su madre y atorado en un duelo suspendido. 
El Manual Diagnostico y estadístico de los trastornos mentales  describe el curso general del trastorno por estrés postraumático en donde especifica que “Los síntomas del trastorno y la predominación relativa de la reexperimentación, comportamiento de evitación y síntomas de activación (arousal) pueden variar ampliamente a lo largo del tiempo. La duración de los síntomas muestra considerables variaciones; la mitad de los casos suele recuperarse completamente en los primeros 3 meses; en otras ocasiones todavía pueden persistir algunos síntomas más allá de los 12 meses posteriores al acontecimiento traumático. En algunos, el curso se caracteriza por oscilaciones en los síntomas. La reactivación de éstos puede aparecer en respuesta a los recuerdos del traumatismo original a estresores de la vida o a nuevos acontecimientos traumáticos”  (DSM-IV.TR, página 522). 
Alejandro “N” presentó sentimientos de tristeza, estado de ánimo depresivo mayor y sintomatología de un Trastorno de Estrés Postraumático, posterior a los eventos violentos que culminaron con la desaparición de su madre, y gracias a las sesiones de terapia psicológica brindadas por su psicóloga, él se encuentra en un proceso de remisión de la sintomatología mencionada. Sin embargo, aún cuando su estado emocional se observa estable, sus intereses personales y actividad cotidiana parecen denotar que el entrevistado se encuentra recuperado y listo para desenvolverse de manera óptima en su vida diaria, su estado emocional no se encuentra totalmente restablecido, toda vez que no sabe que sucedió con su madre.
De acuerdo con lo anterior y en relación con Alejandro “N”, durante la evaluación manifestó síntomas de ansiedad, angustia, tristeza y llanto relacionados con la desaparición de su madre, estos síntomas se presentaron en respuesta directa a una reexperimentación del evento traumático al recordar los hechos donde se “levantaron” a su madre.
En conclusión Alejandro "N" se encuentra en un proceso de duelo suspendido por la desaparición forzada de su madre. 
BIBLIOGRAFÍA 


DSM-IV-TR. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales.
Ed. Masson, Barcelona, España, 2002.


Gutiérrez de Piñeres, Carolina
Procesos de duelo en víctimas de desaparición forzada.
http://psicologiajuridica.org/psj137.html 


Díaz Facio Lince, Victoria Eugenia
Del dolor al duelo: limites al anhelo frente a la desaparición forzada.
Revista electrónica: Affectio Societatis Nº 9/diciembre/ 2008.